Normalmente tendemos a pensar que la situación que vivimos se mantendrá en el tiempo, pero lo cierto es que hay multitud de factores que pueden hacer que las cosas cambien y la política internacional, como toda actividad humana, no está exenta de ellos. Normalmente estas dinámicas son imperceptibles pero otras veces no lo son tanto, veamos una reflexión personal al respecto.
La época histórica conocida como «Pax romana» coincide en gran medida con la época del Alto Imperio Romano y comprende, más o menos, la época comprendida desde finales del siglo primero antes de Cristo hasta principios del siglo tercero después de Cristo. Fue una época en la que el Imperio consiguió su máxima extensión territorial y en la que las artes y el conocimiento florecieron merced a la seguridad que el estado Romano ofrecía a sus habitantes; fue una época en la que los enemigos de Roma eran casi inexistentes y en la que la civilización romana alcanzó su máximo esplendor, se expandió por todas partes y homogeneizó culturalmente la cuenca mediterránea. Era tal la sensación de seguridad que gran parte de las ciudades romanas de la época estaban todavía sin amurallar; en pocas palabras, Roma dominaba el mundo mediterráneo y pensaba que nadie le podía hacer sombra, fue una época de gran esplendor y de pujanza económica y cultural, de «panem et circenses«.
No obstante, como todo en la vida, la situación cambió de manera paulatina, sucesivas crisis políticas y económicas sucedidas en los siglos III y IV modificaron radicalmente el escenario y entraron en la lid otros pueblos que hasta la fecha habían sido poco tenidos en cuenta pero que habían aprovechado para aprender todo lo que el saber romano había podido poner a su disposición y que empezaban a anhelar el poder emular a Roma. El Imperio Romano despertó amargamente de su letargo, inflación, hambrunas, crisis sociales, usurpaciones y asesinatos de emperadores y ahora, el enemigo a las puertas; Roma pudo comprobar que era vulnerable, dependía de un sistema económico esclavista que había llegado al punto de saturación en la época anterior, la moneda se devaluaba a pasos agigantados y la población empezó a dejar las ciudades buscando la seguridad del campo. Las murallas romanas que podemos observar hoy en día provienen de esa época, una época convulsa y con guerras interminables en la que, para postre, llegaron los bárbaros; no fueron bárbaros como los que vemos en las películas, sino pueblos que habían asimilado gran parte de la cultura romana y que anhelaban vivir como romanos. En el siglo V el imperio se dividió en dos, la parte occidental se perdió para siempre poco después pero la parte oriental sobrevivió, con muchos altibajos y transformada en otra entidad política, mil años más. Pero Roma no murió del todo, su cultura llegó hasta nosotros, aunque el Estado romano y su forma de vida desaparecieran; por lo tanto, aquella «pax romana» no fue sino un período más en la Historia de la Humanidad, siempre sometida a cambios y fluctuaciones.
Al contrario de lo que dice el imaginario popular, no es cierto que la Historia se repita, ciertamente poco tiene que ver la Sociedad actual con la de la época romana, claro está, pero en ciertos hechos que estamos viviendo últimamente sí que se nota cierto paralelismo entre ambos mundos y creo que la explicación anterior puede ser útil para poder introducir un análisis personal de tales hechos. Me explico, después de varios años sosteniendo una guerra en Afganistán que había tenido un coste incalculable en términos humanos y muy alto en términos económicos, los EEUU decidieron retirarse de tal país de manera precipitada, abandonando al gobierno afgano a su suerte y condenando al desdichado país a volver a ser gobernado precisamente por el régimen que se había intentado erradicar y contra el cual se había lanzado la guerra de Afganistán. Posiblemente tal decisión tuviera una justificación ante la opinión pública norteamericana e iba en la línea de lo que el «trumpismo» anterior preconizaba, la de que Estados Unidos no debía ser el guardián de nadie y, en consecuencia, debería replegarse hacia sus fronteras, disminuyendo su influencia por el mundo y, por ende, aligerando su desorbitada factura anual por estos conceptos, pero la verdad es que este hecho seguramente mandó un mensaje no deseado a otras potencias, y éste no fue otro que el de cierta debilidad. Debo decir en descargo de Estados Unidos que ciertamente llevaba muchos años dando soporte al gobierno afgano en una guerra interminable y que el daño económico de la pandemia del coronavirus seguramente había sido determinante para intentar aligerar la factura del Gasto Público, pero en geopolítica las cosas van de unos equilibrios de poder que muchas veces son precarios y una señal de debilidad, aunque sea pequeña, puede precipitar movimientos no deseados en la esfera geoestratégica.
Y estos movimientos no son otros sino que otras potencias pueden pretender ocupar esos nichos o zonas de influencia que la superpotencia actual aparentemente abandone, y en ese sentido coincido con lo que afirma el periodista Fernando Díaz Villanueva en su “podcast”, “La Contracrónica”. Por ejemplo, ya se han podido leer en las noticias los movimientos de Rusia y China en el sentido de prestar cierto apoyo al nuevo régimen talibán afgano y, por otro lado, se ha endurecido la política china con Taiwán.
El caso chino es digno de ser mencionado; como dijo Napoléon, «China es un gigante dormido, déjenla dormir porque cuando despierte, el mundo se sacudirá«, y lo cierto es que ya ha despertado y lo ha hecho a través no tanto de poderío militar, sino de poderío económico; China es el principal proveedor de tecnología a nivel mundial y basta con que China estornude para que nosotros pillemos la gripe. Hace poco saltó la noticia de la gran subida de precios de los contenedores con productos transportados desde China, que llegan con dificultades y que han multiplicado su precio, provocando consecuentemente alzas de precios en Occidente, inflación y escasez de ciertos componentes; no se trata de nada deliberado, es un problema logístico, pero ahí está, la dependencia de China es tan grande que pronto llegará una época en la que China reclamará, si no lo ha hecho ya, su influencia como superpotencia, tiene población y recursos de sobra para ello.
Antes comentaba la gran dependencia de Occidente de los productos chinos, pero en el caso europeo a esta dependencia tan grande se le suma otra no menos grande, la dependencia de la importación de materias primas como el gas o el petróleo desde terceros países para sostener su economía y nivel de vida. En el caso del petróleo, quizá el problema hoy por hoy no sea acuciante, pero en el caso del gas sí que lo es; veamos el caso de España, el gas natural que llegaba de Argelia o Rusia en su mayoría se usaba para generar electricidad mediante las centrales de ciclo combinado. El gas argelino está dejando de llegar vía Marruecos, por lo que el precio del mismo, al ser más escaso, está subiendo y, en consecuencia, está subiendo el coste de la electricidad. Respecto el tema de la electricidad y su producción, como que todavía es temprano para no depender del gas para ello y la producción nacional de electricidad gracias a las energías renovables, si bien ha subido mucho en los últimos años, es todavía insuficiente, si queremos producir más electricidad a nivel nacional y así no depender tanto de importaciones, debemos ver primero qué opciones tenemos. Veamos, en primer lugar nos quedaría la alternativa hidroeléctrica (difícil poder aumentar la producción por este sistema en este país), después nos quedaría la alternativa nuclear (impracticable por temas ambientales), o la de la explotación de las conocidas reservas de gas de esquisto en el norte por «fracking» (impracticable por temas ambientales) o la de usar el carbón (contamina mucho y hay pocas reservas). Por ello, ante esta perspectiva, no hay otra alternativa a corto y medio plazo que continuar dependiendo de las importaciones de gas para producir gran parte de la electricidad que aquí se consume, sea éste argelino, ruso o de cualquier otra parte.
Y, como no hay dos sin tres, a la escasez de gas argelino se le suma la crisis migratoria que está sucediendo en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, una crisis tal que el Gobierno Bielorruso ha amenazado con cortar el suministro de gas ruso que pasa por su territorio si ésta no se soluciona satisfactoriamente a sus intereses. Veamos, es de todos sabido que Bielorrusia es un estado cliente de Rusia, por lo que esta amenaza del gobierno bielorruso bien podría ser una amenaza de la propia Rusia, y si el gas de Rusia dejara de llegar, o pronto llegara mucho menos que ahora y, aparte, el gas argelino continúa sin llegar, pronto sufriremos una escasez de gas y de electricidad, el precio de la electricidad se disparará mucho más y, si la electricidad sube, subirá todo lo demás; en pocas palabras, la inflación se puede desbocar amenazando a nuestra calidad y estilo de vida.
Es decir, es como si el equilibrio geoestratégico y económico mundial estuviera basculando ligeramente hacia el este, hacia una gran potencia emergente como China y creando una nueva realidad en la que este país, Rusia y otras potencias económicas emergentes tendrán mucho que decir y, mientras tanto, los EEUU parece que se estén replegando poco a poco (ya se irá viendo). Ello hará que Europa deba replantearse mucho ciertas cosas ante ciertas amenazas inesperadas de nivel económico. Quién sabe si el período de «pax romana» que vivíamos los europeos o, mejor dicho, de «pax occidentalis» esté llegando ya a su fin debido a una pandemia de coronavirus que ha trastocado todas las expectativas económicas a nivel mundial y a ciertos errores estratégicos de occidente que han hecho que otros se den cuenta de sus capacidades y actúen en consecuencia. Por lo tanto, opino que el modelo energético europeo debería ser replanteado en el sentido de intentar reducir la dependencia de las importaciones y, aparte, Europa deberá ser hábil para poder relacionarse con el nuevo poder que surja de esta época de cambios y, para ello, debe superar su desunión actual.
Europa tiene, en mi opinión, el mejor y más desarrollado modelo social a nivel mundial y debemos ser capaces de conservarlo sin cerrarnos en nosotros mismos como los romanos, sin considerar «bárbaros» a los nuevos agentes económicos a nivel mundial, y ello implica colaborar con ellos en aras de conseguir lo mejor para la Sociedad mundial en su conjunto. Ciertamente, en lo económico podemos ser vulnerables pero tenemos una gran Sociedad y la herencia de la Cultura Occidental a nuestro favor.
Tortosa 17-11-2021
Jordi Mulé
Economista CEC núm 13147.