Actualmente se está conmemorando el centenario del comienzo en 1914 de la Gran Guerra, o también conocida como Primera Guerra Mundial, conflicto que ciertamente fue la última de las guerras «a la antigua usanza» y la primera de las «guerras modernas». Después de este conflicto, nada volvió a ser lo que era antes, el nefasto Tratado de Versalles que le puso fin apenas hizo posponer el siguiente conflicto, que estalló en 1939, sólo diez años después de la Gran Depresión y que fue bastante más atroz que el anterior. Después de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, apareció un nuevo mundo polarizado en dos bloques antagónicos, el mundo había cambiado en los treinta años transcurridos entre el comienzo de la Primera Guerra y el fin de la Segunda.
Las crisis económicas, los cambios sociales y los conflictos de todo tipo siempre acostumbran a ir interconectados y a veces se puede seguir bastante bien lo qué es causa o consecuencia de qué. Si no hubiera habido Primera Guerra Mundial, seguramente los años veinte no habrían sido tan especulativos y la crisis posterior no hubiera existido, por lo que el auge de los regímenes totalitarios y el posterior conflicto mundial tampoco habrían tenido lugar, y así podríamos seguir hasta hoy. Aún así, hay que hacer notar que, cuando más atrás en el tiempo nos movemos, veremos que la sucesión de eventos es cada vez más espaciada en el tiempo, es como si en los últimos tiempos, la Historia se estuviera acelerando a un ritmo frenético. La sucesión de épocas de bonanza, crisis, conflictos, cambios sociales, recuperaciones, bonanzas, más crisis, más cambios sociales, y etcétera, que en el siglo XX llevaban décadas, en este momento llevan años y, hasta el siglo XVIII, llevaban siglos. Recuerdo haber estudiado el tema «la crisis del siglo XVII» en primero de carrera en la Facultad de Empresariales de Reus, es decir, una crisis que duró en un siglo, cien años; este tema por un lado asusta y por otro hace sonreir, hoy en día no me podría imaginar, ni por asomo, cómo será la vida dentro de cien años; en cambio, en el siglo XVII, se lo podían imaginar fácilmente, sería más o menos como la vida que llevaban en ese momento, y que era la misma que habían llevado sus antepasados, ni más ni menos.
EL cambio social consecuencia de la crisis actual ya se está operando, se llama Sociedad de la Información y se instrumenta mediante las redes sociales. En 2007, antes de la crisis actual, prácticamente nadie había oído hablar de Facebook o Twitter; hoy en día están dentro de nuestras vidas y, de hecho, constituyen un canal de noticias al instante de lo que sucede en cualquier parte del mundo más que muchos medios de tipo «tradicional». Actualmente queremos la información al minuto y no podemos esperar al día siguiente para comprar el periódico y enterarnos de las noticias o hasta la noche para ver el Telediario. Internet y las redes sociales nos permiten ver lo que deseemos, cuando lo deseemos, y al instante.
Pero claro, si la información es instantánea y cualquiera puede acceder, la Opinión Pública incrementa muchísimo su poder; a todos nos indigna enterarnos de depende de qué noticias y, por ello, se crea un estado de opinión propenso a un cambio de estructuras que nos dé como resultado una organización política y económica más transparente. En poco tiempo iremos viendo cambios que lleven a más transparencia o más eficiencia en muchos ámbitos, incluído el político, es cuestión de tempo. Y no olvidemos que la historia se acelera, si el horizonte temporal de un siglo es una eternidad, diez años hoy es muchísimo tiempo y cinco añs, quién sabe.
Cualquier teléfono inteligente de los que llevamos en el bolsillo es una puerta abierta al Saber Universal, pero este fenómeno no está exento de riesgos, en Internet está todo lo bueno pero también todo lo malo, hay que saber elegir bien. Cuántas veces me acuerdo del gran escritor y divulgador científico, Isaac Asimov, que escribió en sus novelas sobre una «Enciclopedia Galáctica» a la que todo el mundo podía acceder desde cualquier lugar y consultar todo el saber humano; si Asimov, al igual que Jules Verne levantaran cabeza se darían cuenta de hasta dónde sus obras fueron proféticas, pero también se atemorizarían del poder que tenemos tan inmenso como para cambiar radicalmente nuestra sociedad en pocos años.
Ya lo dijo Bob Dylan en su canción «The times they’re a-changing»:
If your time to you
Is worth savin’
Then you better start swimming
Or you’ll sink like a stone
For the times they are a-changing
Que, traducido, sería:
Si el tiempo es para vosotros algo que
merece la pena conservar,
entonces mejor que empecéis a nadar,
u os hundiréis como una piedra,
porque los tiempos están cambiando.
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